









"Hablar, pues, a partir de la emoción que suscita en nosotros lo que nos expulsa de nosotros mismos, hablar en el exilio -si es cierto que nunca se escribe tan bien como en la punta extrema de esa ignorancia. ¿Por qué amar estos transportes amorosos, por qué cederles una parte de nuestra líbido? En el abrazo, una voz atraviesa las paredes, llega al otro lado del espejo; esta voz habla, grita, chilla, extremiza, llora, ríe, sofoca; esta voz nos enloquece pues nada la domina, nos excita furiosamente..."